jueves, 30 de mayo de 2013

RAZÓN Y SENTIMIENTO.

Es muy difícil escribir cuando interviene el sentimiento, más aún decidir con la cabeza cuando hay corazón, y lo peor de todo es que otros lo hagan por ti y que cada uno vaya por su lado.

Probablemente sea mi artículo más difícil de redondear porque, aunque me gusta defender mis ideas con una coherencia argumental, en esta ocasión una colección de historias, sensaciones y sentimientos sepultan cualquier intento de ser lógico. Es lo que ocurre cuando hablas sobre el equipo de tu tierra. Ruego el perdón de antemano.

El futuro de la Unión Deportiva Salamanca, que nació en el café Novelty en 1923, está en juego y precisamente Hidalgo pide motivos para entender la dura oposición que ha censurado su idea de empezar de nuevo. Lo de la Unión es un ejemplo paradigmático de algo que viene sucediendo tiempo atrás y no deja de ser un prólogo de la avalancha que está por venir ante la bancarrota del fútbol español. Hay pocas ciudades que no hayan debatido sobre la conveniencia de liquidar el pasado y partir de cero. Hace un par de semanas mi buen amigo Petón defendía ante los alumnos del Máster en Comunicación e Información Deportiva de la Pontificia la conveniencia casi obligada de ser prácticos. Muchos clubes han variado una raya del escudo o de su camiseta, o le han sumado un punto al nombre sin que eso suponga traicionar los orígenes. Lo ilustraba con el caso de un Málaga nuevo que hace disfrutar a toda Europa y que cerró para abrir mejor. Escuché sus palabras con el firme objetivo de rebatirlas, pero no encontraba elementos sobre los que asentar mis críticas. Paseando por la ciudad también he tropezado con esa misma teoría: la Unión no tiene salida, esa deuda es inasumible, es mejor empezar sin deudas, y el lacónico y doloroso “es lo mejor”…

Seguramente todos ellos tienen razón, pero para entender esto con la razón no basta. Los unionistas que acudieron a la rueda de prensa de Hidalgo, los que visitan semana tras semana el estadio Helmántico, tienen un sentimiento de pertenencia y de fidelidad que choca de bruces contra la lógica. Me confieso romántico e ilógico y alguno pensará que hasta absurdo, pero no sería lo mismo. Si se le cambia una letra, o una coma, o una nota del himno, por imperceptible que parezca, habrá nacido algo nuevo: un club alumbrado en 2013 y ya no en 1923, una nueva sociedad, una nueva vida, muy parecida a la anterior. Pero lo que la afición no quiere (no queremos) es un clon artificial que pretenda fotocopiar aquello que nació del sentimiento. Nuestra ilusión es celebrar el centenario y seguir sufriendo juntos el tiempo que haga falta. Cuando uno se enamora de alguien se hace difícil sustituirlo por su hermano gemelo, igual por fuera pero distinto por dentro.

Hidalgo, analizando los números desde la absoluta lógica empresarial, explicó en rueda de prensa que la única salida es fundar un nuevo club. Estoy absolutamente convencido de que lo hace con buena fe. Con el cambio no gana, es más, pierde bastante. Arremetiendo contra él no se consigue nada. Creo que sería mucho más útil explicarle desde el corazón por qué un amplio número de salmantinos sólo defiende una UDS. Tiene que ser desde el corazón porque es la única manera de entenderlo. La división y los reproches nunca han arreglado nada en este club. Cuando se ha apelado al diálogo y a la concordia es cuando han aparecido los acuerdos.

Espero que aún haya tiempo, y estoy convencido de que lo hay, para hacernos entender. Probablemente el fútbol no sea más que una amalgama de números, contratos y clausulas… para los que están dentro. Los de fuera no ganan nada más que experimentar emociones con el club de su ciudad y ese sentimiento (el suyo y el de un montón que ya no están) es el que ha de ponerse encima de la mesa para anular el devastador poder de la razón. Entiendo a todos, pero siento lo que siento y no puedo evitar querer a la Unión que conocí.

Quien lea este artículo desde la frialdad encontrará acertadamente que no he defendido la continuidad de la U. D. Salamanca con un solo argumento fiable, contrastado y científico. Lo asumo porque no los tengo. En la vida, el corazón tiene razones que la razón no entiende.

* Alberto Pérez.